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¿Para qué se educaba a las mujeres a inicios del siglo XX?

Solapas secundarias

Mujeres: desde la instrucción privada a la universidad


Durante la Colonia, la educación femenina en Chile estaba confinada al ámbito privado, donde las niñas aprendían labores domesticas, manuales y artísticas. Sólo a unas pocas se les enseñaba a leer y escribir a través de instructoras particulares o en conventos.

Luego de la Independencia, se dispuso el establecimiento de una escuela en cada villa o ciudad que tuviese más de cincuenta habitantes, pero la formación religiosa continuó siendo la única posibilidad para las mujeres. Congregaciones como las Hermanas de la Divina Providencia y las Religiosas del Buen Pastor se hicieron cargo además de su rehabilitación e instrucción en el espacio penitenciario (Orellana, 2007: 33).

El Anuario de la Escuela Técnica Superior Femenina de 1932 constata el hecho de que la educación femenina no era un objetivo del Estado en los inicios de la República:

«La educación de la mujer en un principio era cosa extraordinaria y no salió del recinto cerrado del hogar, pues lo prejuicios sociales impidieron por mucho tiempo con el desprecio y el desprestigio que la mujer fuera su competidora ya que solamente la concebían como la compañera del hombre» (1932, 19).

En 1870, pedagogas chilenas y extranjeras como Isabel Le Brun de Pinochet y Antonia Tarragó fundaron el Liceo Isabel Le Brun y el Liceo Santa Teresa, y cuestionaron la marginación de las mujeres en la formación técnica y universitaria. La investigadora Pilar Vicuña señala: «el Ministerio de Instrucción Pública no tenía una gran injerencia en su gestión ni administración, salvo la subvención anual que otorgaba» (2012, 36).

Las solicitudes de diversos personajes públicos y las quejas por la igualdad entre los sexos en el acceso a la educación por parte de educadoras y educadores impulsaron la firma del Decreto Amunategui en 1877. En este el ministro de educación Miguel Luis Amunátegui permitía que las mujeres accedieran a la universidad a condición de someterse a las mismas exigencias que los hombres.

El decreto fue un hito en la lucha por la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres. La visitadora de liceos Amanda E. De Álvarez se referiría más tarde a su alcance:

«Se abrió para la mujer chilena el templo del trabajo y de la ciencia, con cuyas enseñanzas luce hoy en la educación, abogacia, medicina, literatura, etc., y contribuye mucho al progreso moral y material de la patria (...) entre las grandes reformas que proyectaron, no se olvidaron de la mujer (...) Don Aníbal Pinto y don Miguel Luis Amunátegui, grandes estadistas, desearon ensanchar el horizonte de las actividades femeninas, comprendiendo que la mujer está llamada a desempeñar funciones sociales como el hombre» (1922, 30- 40).

El proceso de instalación de escuelas fiscales para mujeres fue resistido por el sector conservador, que aludió conflictos en la libertad de enseñanza y criticó los gastos en que incurriría el Estado:

«En el año 1888, el Ministerio de Instrucción pidió un grueso ítem destinado a la fundación de Liceos de niñas. La comisión aprobó el ítem, pero algunos políticos timoratos provocaron gran agitación con motivo de la grave reforma que tal ítem introducía; llegaron hasta el Presidente Balmaceda y lo amenazaron con provocar trastorno político» (Álvarez 1921, 32).

El Instituto Carlos Waddington de Valparaíso se inauguró en 1891 y fue el primer liceo fiscal. Gracias a sus buenos resultados se creó en 1894 el Liceo nº 1 de Niñas en Santiago. Ambos fueron el modelo para la apertura de nuevos establecimientos (Vicuña 2012).

Una comisión gubernamental sentó luego las bases para la formación de otros liceos de niñas en el territorio nacional, que en las primeras décadas del siglo XX se extendieron a sectores populares o alejados geográficamente:

  • Fundación del Liceo nº 6 que buscó atender a las niñas del Barrio Matadero de la ciudad de Santiago
  • Inauguración de establecimientos en Iquique, Talca, Cauquenes y Chillán en 1900.
  • Creación de liceos en Concepción y Talcahuano en 1904.
  • Apertura de establecimientos en Traiguén y Punta Arenas en 1906.

Hacia 1907 ya existían 31 liceos femeninos (Rojas 2004).