Desde la segunda mitad del siglo XIX los planes de estudios establecían que las clases de ciencias debían tener una orientación experimental y práctica. Por esto se importaron desde Europa y Estados Unidos materiales, máquinas e instrumentos científicos, los cuales eran usados para hacer demostraciones en clases, montar gabinetes, laboratorios y museos de historia natural.
A través de estos objetos se realizaban experimentos que hacían más didáctico y fácil el aprendizaje de química, física y biología. La utilización de máquinas electrostáticas, microscopios, bombas impelentes- aspirantes, péndulos, aparatos de Kipp y retortas, entre otros, permitieron que la observación, experimentación e interactividad fueran sustituyendo a la lección memorística o expositiva utilizada anteriormente.