La enseñanza de la Historia constituyó un eje central en la construcción y consolidación de la naciente República, y se impartía en conjunto con Geografía desde el tercer año de la escuela primaria.
El estudio de la historia fomentaba valores centrales para la consolidación del Estado como:
- La formación del buen ciudadano.
- Dotaba de sentido la identidad nacional mediante la enseñanza de íconos y emblemas de la patria.
- Los principios de orden moral y social basados en el respeto y obediencia hacia las instituciones y gobernantes.
La enseñanza de la Geografía se basaba en los mapas pedagógicos que situaban los acontecimientos y lugares enseñados. A partir del conocimiento de los límites y del territorio nacional, su uso materializaba nociones abstractas como soberanía e identidad.
Se recomendaba puntualmente usar la "colección de láminas que representan paisajes típicos de todo el mundo, con el título "Hölzels geograpsische Charakterbilder" (Viena) i la serie de tipos etnográficos llamada "Kirchhoffs Rassenbilder" (Programa de Instrucción Secundaria, 1893:20).
Las láminas murales se agrupaban para este efecto en seis grupos:
- Mapas geográficos temáticos y didácticos
- Diversos paisajes geográficos: sus habitantes y ocupaciones
- Láminas murales de carácter etnográfico
- Ciudades antiguas y personajes mitológicos
- Acontecimientos y personajes de la Historia universal y nacional
- Bellas Artes, fundamentalmente pintura y arquitectura
En la escuela primaria, se promovía relatar a modo de cuento infantil la vida y obra de los grandes personajes nacionales, fundamentalmente los héroes de la Independencia y los presidentes republicanos.
En la instrucción secundaria el uso de láminas debía ser complementado con la presentación de productos intelectuales y materiales de las civilizaciones europeas, especialmente la lectura de crónicas españolas, de diarios y relaciones de viajes y de obras clásicas greco-romanas.