La enseñanza de las Matemáticas permitía fomentar en el estudiantado habilidades como la disciplina, seguridad y precisión. Para las autoridades republicanas este ramo acostumbraba "al orden, la exactitud en todo, a formar su juicio y a desarrollar su energía y firmeza de carácter" (Programa de Instrucción Primaria, 1901).
La clase de Matemática comprendía el estudio de la aritmética y la geometría. La primera se impartía desde los seis años, mientras que la segunda empezaba recién en segundo grado.
Para trabajar los contenidos, los docentes debían mantener en constante actividad al alumnado. Ante la escasez de manuales escolares y la ausencia de textos individuales, se recomendaba ejercitar en el pizarrón.
En la escuela primaria se utilizaban láminas murales destinadas a la memorización de contenidos, entre ellos, el sistema numérico y las tablas de multiplicar.
En la enseñanza secundaria se profundizaban las operaciones aritméticas, y se agregaban láminas del sistema métrico decimal. También se ejercitaba el dibujo de figuras geométricas y lineales.
Gran parte de las láminas de Matemáticas estaban destinadas a enseñar a mirar la hora en el reloj. Esta actividad práctica permitía:
- La enseñanza didáctica de los números naturales.
- Reforzar operaciones como sumar y restar.
- Unificar y homogeneizar tiempos y sujetos en la comunidad escolar, complementando el "reloj intuitivo" usado por los estudiantes (objeto exhibido en la Colección Material y Mobiliario Escolar).
- Aprender la disciplina asociada a los horarios de estudio, trabajo, descanso y producción (Orellana, María Isabel, 2010).